5/12/11

Esto También Pasará...


Una vez, un Rey citó a todos los sabios de la corte, y les manifestó:
Me he mandado hacer un precioso anillo con un diamante con uno
de los mejores orfebres de la zona.
Quiero guardar oculto dentro del anillo, algún mensaje que tenga
la capacidad de ayudarme en momentos de desesperación total, al
que yo pueda acudir en momentos difíciles o desorientación.
Me gustaría que ése mensaje ayude en el futuro a mis herederos y
a los hijos de mis herederos.
Tiene que ser pequeño, de forma tal, que quepa debajo del diamante
de mi anillo.
Todos aquellos que escucharon los deseos del Rey eran grandes
sabios, eruditos que podrían haber escrito grandes tratados ... pero
¿pensar en un mensaje que contuviera dos o tres palabras y que
cupiera debajo del diamante de un anillo? Muy difícil.
Igualmente pensaron y buscaron en sus libros de filosofía por muchas
horas, sin encontrar nada que se ajustara a los deseos del poderoso Rey.
Muy próximo a él, un sirviente muy querido, este hombre, había sido también
sirviente de su padre y había cuidado de él, cuando su madre había muerto.
Era tratado como de la familia y gozaba de un enorme respeto de todos.
El rey, por esos motivos, también lo consultó; y éste le dijo:
No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el
mensaje.?
¿Cómo lo sabes? preguntó el Rey.
Durante mi larga vida en el palacio, me he encontrado con todo tipo
de personas y en una oportunidad me encontré con un místico.
Era un invitado de tu padre y yo estuve a su servicio.
Cuando nos dejó yo lo acompañé hasta la puerta para despedirlo, como
gesto de agradecimiento, me dió este mensaje.
En ese momento el anciano escribió en un diminuto papel el mencionado
mensaje, lo dobló y se lo entregó al rey.
Pero no lo leas, dijo; manténlo guardado en el anillo, ábrelo
sólo cuando no encuentres salida a una situación.
Ese momento no tardó en llegar; el país fue invadido y el rey perdió
el reino. Estaba huyendo a caballo para salvar su vida, mientras sus
enemigos lo perseguían; estaba solo y los perseguidores eran numerosos.
Llegó a un lugar donde el camino se acababa. y frente a él, había un
precipicio, caer por él, sería fatal.
No podía volver atrás porque el enemigo le cerraba el camino, podía
escuchar el trotar de los caballos, las voces, la proximidad.
Fue entonces, cuando recordó lo del anillo sacó el papel, lo abrió
y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso para ese
momento simplemente decía: " ÉSTO TAMBIÉN PASARÁ".
Fue consciente de que se cernía sobre él, un gran silencio.
Los enemigos que le perseguían debían haberse perdido en el bosque, o
equivocado de camino, pero lo cierto, es que lo rodeó un inmenso silencio.
Ya no se sentía el trotar de los caballos.
El rey, se sintió profundamente agradecido al sirviente y al místico desconocido.
Esas palabras habían resultado milagrosas. Dobló el papel volvió a
guardarlo en el anillo, reunió nuevamente sus ejércitos y reconquistó
su reinado. Ese día en que entraba nuevamente victorioso a su ciudad,
hubo una gran celebración con música, bailes... y el rey. se sentía muy
orgulloso de sí mismo.
Nuevamente el anciano estaba a su lado y fue cuando le dijo:
Apreciado rey, ha llegado el momento para que leas nuevamente el
mensaje del anillo.
¿Qué quieres decir preguntó el rey? Ahora estoy viviendo una
situación de euforia, las personas celebran mi retorno, hemos
vencido al enemigo.
Escucha dijo el anciano este mensaje no es únicamente para
situaciones desesperadas también es para situaciones placenteras.
No es solo para cuando te sientas derrotado; también es para cuando
te sientas victorioso, no es sólo para cuando eres el último;
también es para cuando eres el primero.
El rey abrió el anillo y leyó el mensaje: ESTO TAMBIÉN PASARÁ
y nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, en medio de la
muchedumbre que celebraba y bailaba.
Pero el orgullo, el ego, había desaparecido, ahí pudo terminar de
comprender el mensaje...
Lo malo era tan transitorio como lo bueno.
Entonces el anciano le dijo:
Recuerda que todo pasa, ningún acontecimiento ni ninguna
emoción son permanentes como el día y la noche.
Hay momentos de alegría y de tristeza, acéptalos como parte
de la dualidad de la naturaleza porque es la naturaleza misma
de la vida.

Autor Desconocido
La Incondicional